Sal en las comidas, ¿enemiga o aliada?
La sal es el aderezo estrella para la mayoría de recetas de cocina. Y es que un poquito de sal en las comidas, nos ayuda a realzar el sabor natural de los alimentos, además de ser un aliado perfecto para garantizar el buen funcionamiento de nuestro organismo. PERO, esta premisa solo se cumple si sabemos cómo usar correctamente este ingrediente, y todavía más importante, qué tipo de sal es el que debemos escoger.
Una cuestión de calidad y cantidad
La calidad y cantidad de sal que consumamos a diario será definitiva para nuestra salud. Pues como ya advierten las autoridades sanitarias de todo el mundo, un exceso de sodio en el organismo puede provocar hipertensión, problemas cardíacos y un enlentecimiento del metabolismo de los hidratos de carbono, lo que conduce finalmente a la obesidad.
¿Por qué? La actual sal de mesa se somete previamente a un exhaustivo proceso de refinamiento que la deja desprovista, casi por completo, de sus beneficios naturales. En su composición encontramos, más del 96% de cloruro de sodio, al que se le añaden algunos agentes químicos (antiaglomerantes, fluoruro de bicarbonato de sodio, absorbentes de humedad, derivados de aluminio y yodo…). Además la sal de mesa pasa por a altas temperaturas para su secado, un proceso que que altera su estructura natural y elimina los oligoelementos y minerales de su composición. Nuestro organismo, al consumirla, debe usar agua celular para contrarrestar este exceso. Por eso se produce acumulación de líquido, lo que deriva en problemas como celulitis, cálculos renales e hipertensión.
Si queremos recibir los beneficios de la sal sin exponer nuestra salud debemos escoger el tipo de sal adecuado, lo más natural posible.
La sal gris, la elección saludable
La sal gris, o «sal céltica», es, actualmente, la opción más saludable, ya que la ausencia de aditivos industriales en su composición la convierten en una “sal integral”.
Se obtiene mediante desecación natural: por evaporación de las aguas marinas y le debe su color grisáceo a las trazas de arcillas cerámicas que existen en el fondo del mar. Los compuestos orgánicos y minerales que están presentes en la sal gris le confieren un sabor más complejo que el de las sales refinadas. Además, posee una textura húmeda muy adecuada para la elaboración de asados y barbacoas.
Aunque escojamos una sal marina sin procesar, no debemos sobrepasar las cantidades diarias recomendadas: menos de dos gramos de sodio diarios para los adultos, o el equivalente de cinco gramos de sal, y al menos 3,510 mg de potasio.
La sal en las comidas, correctamente dosificada y escogida, nos aportará grandes beneficios:
- Alcalinización del organismo
- Ayuda en los procesos de digestión, metabolismo y absorción de nutrientes.
- Regula el nivel de PH del organismo.
- Colabora en la transmisión de impulsos nerviosos.
- Regula la presión sanguínea y favorece, sobre todo, a las personas hipotensas.
- Correcto reparto de líquidos en el interior del cuerpo
- Mantenimiento del buen estado de nuestros músculos, entre ellos el corazón.
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